Basta de zancadillas entre mujeres
Por Josefina Fernández
Las complejas dinámicas entre mujeres: una reflexión sobre los obstáculos que enfrentamos en la búsqueda del éxito
Las mujeres poseemos una gran capacidad para dominar el mundo en diversos ámbitos, sin embargo, lamentablemente nos hemos encontrado con una serie de zancadillas y obstáculos que nosotras mismas nos imponemos, lo que ha retrasado nuestro crecimiento en los campos político y gerencial de grandes corporaciones.
En contraste, los hombres se enfrentan a los desafíos de manera más unida, dictando leyes que les benefician y, cuando necesitan de nuestros votos, hacen concesiones mínimas al género femenino. Incluso, algunas madres fomentan el machismo al preguntarle a sus hijos preadolescentes cuántas novias tienen, tratando a las mujeres como objetos de colección. Por otro lado, la crianza de las hijas a menudo las deja desprotegidas cuando enfrentan fracasos matrimoniales o se casan con hombres abusadores, ya que no se atreven a compartir su desdicha con sus madres, quienes, en lugar de brindarles apoyo, pueden normalizar estas situaciones.
En un mundo donde países como Arabia y Líbano permiten que los violadores queden exonerados de culpa si se casan con sus víctimas, es lamentable que aún existan lugares donde hombres se casen con niñas. Afortunadamente, en la República Dominicana, las mujeres tienen la libertad de elegir con quién casarse y qué estudiar. Sin embargo, a pesar de estos avances, es triste aceptar la realidad de que muchas mujeres nos percibimos como amenazas mutuas en lugar de compañeras de lucha, lo cual limita nuestro progreso colectivo.
Resulta aún más desalentador observar que mujeres con belleza e inteligencia ocupan importantes cargos, pero sienten temor de la competencia de subalternas que poseen talento. En lugar de rodearse de otras mujeres capacitadas, optan por rodearse de hombres o mujeres que carecen de habilidades. Este fenómeno, comparable a la envidia de Kiko hacia el Chavo, es una dinámica común en algunas mujeres dominicanas. Aunque Kiko tiene a su madre y una casa donde vivir, recibiendo dinero para ir a la escuela, el Chavo, quien carece de madre y un lugar para dormir, es más feliz. Doña Florinda envidia que un niño sin nada pueda encontrar la felicidad.
A todas las mujeres que ocupan cargos de liderazgo en empresas, les sugiero que busquen la felicidad y dejen atrás ese espíritu de envidia de Kiko. En lugar de ver a sus subalternas inteligentes como amenazas, deben considerarlas colaboradoras eficientes que les ayudarán a convertirse en mejores gerentes. Aprovechemos nuestro potencial colectivo y construyamos un camino hacia el éxito donde las mujeres se apoyen y se vean como aliadas en lugar de competidoras. Solo de esta manera podremos alcanzar verdaderos avances y superar los obstáculos que aún enfrentamos en nuestra búsqueda de igualdad y empoderamiento.
La autora es abogada especialista en derecho inmobiliario con estudio en cooperacion internacional y ademas es dirigente comunitaria de su sector