Por Ramón Peralta
En las intrincadas sendas de la política, donde los hilos entrelazan alianzas de pulpos, medusas y deudas externas que cambian como hojas al viento, se gestaba un misterio intrigante que envolvía a los regidores del PLD y la Fuerza del Pueblo. Algo oscuro se cernía sobre ellos, como si desearan con desesperación legitimar al candidato alcalde del partido oficialista, y de algún modo, difundir que el partido de gobierno merecía la oportunidad de seguir al mando de la alcaldía, ya que el único problema de ese partido era el actual alcalde. Una pregunta ardía en el aire: ¿Por qué este fervor por darle un espaldarazo al candidato del PRM y al mismo tiempo socavar la gestión del actual alcalde?
El alcalde, un hombre de palabras serenas y elaboradas, había declarado que admitir como válidos los resultados de la primaria del PRM era como aceptar una realidad ficticia. Esas declaraciones en lugar de crear un acercamiento con regidores de oposición sospechosamente causaron efectos contrarios y no aprovecharon que las tensiones entre facciones del PRM se avivaban, y la maquinaria política comenzaba a girar con ferocidad. Los regidores de la oposición, cegados por el deseo de desacreditar al alcalde y fortalecer a su propio candidato, parecían haber olvidado una regla fundamental de la política: identificar correctamente a su contrincante.
Los ataques contra regente de la ciudad se intensificaban, en un curioso giro de los acontecimientos. Ahora, incluso se alineaban con los deseos del candidato del PRM, anhelando que la alcaldía no ejecutara una compra y enfrentara una demanda millonaria solo para desacreditar al alcalde que ya no sería candidato. La traición se insinuaba en el aire, y los regidores opositores se apartaban de su deber de defender a los candidatos de la oposición.
Asumiendo que los resultados de la primaria del PRM eran legítimos y que el alcalde, a pesar de liderar las encuestas con holgura, había quedado en el último lugar, esto sugería que su fuerza electoral se encontraba fuera de su propio partido. Aquí residía la ironía, ya que la oposición debería trabajar para evitar que los votos del intendente de la ciudad, sean muchos o pocos, no se desplazaran hacia el candidato del gobierno.
En una noche de confidencias, un amigo reveló la intriga detrás de la conspiración contra el aspirante morado, el candidato principal en las encuestas para la alcaldía de Santo Domingo Este. La trama se reveló aún más enigmática cuando se desveló que uno de los líderes de la oposición anhelaba una victoria del PRM en primera vuelta, para deshacerse de su rival verde y, de paso, no perder el control del partido a manos de un santiaguero soberbio.
Los regidores opositores en su afán por sepultar a un alcalde acostumbrado a asistir a su propio entierro, estaban legalizando al candidato de gobierno y asesinando el sueño de los militantes de sus partidos que ven en Santo Domingo Este el camino que los guiaría en mayo al palacio nacional.
La pregunta persistía: ¿En qué beneficiaba al dueño del partido morado esta conspiración contra el soñador, su propio candidato? La respuesta llegó en un susurro sombrío: el sacrificio del cordero era necesario para complacer al presidente, y lo peor de todo era que los regidores, con buenas intenciones, estaban llevando a su candidato hacia el matadero sin ser conscientes de ello. El misterio político se cernía, ocultando motivaciones y alianzas secretas de impunidades y negocios compartidos, mientras las intrigas se desplegaban en la lucha por el poder. Yo me preguntaba: ¿Qué tiene más materia gris, el cerebro de una banquera o el de un regidor?
Hoy me desperté pensando que si llegaron a regidores no fue por estúpidos, y lo más probable es que estén sacrificando al cordero con los ojos cerrados, sabiendo que la sangre derramada no será la del actual alcalde, sino la del candidato con el que los miembros de la oposición sueñan con fervor, pero que ellos quieren a toda costa deshacerse para futuros proyectos municipales.