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Haití necesita un presidente y un primer ministro de consenso para evitar el caos

Por Juan González, politólogo y catedrático.

 

El asesinato del presidente Jovenel Moïse agudiza la crisis política e institucional en la que se encuentra sumergida Haití desde enero del 2020 cuando fue clausurado el Parlamento por falta de elecciones. Desde ese momento Moïse gobernó a base de decreto.

 

Cabe destacar que el fenecido presidente haitiano designó en setiembre del 2020 de manera unilateral a los miembros del Consejo Electoral Provisional (CEP), responsables de organizar las elecciones, generando un fuerte rechazo entre los líderes de partidos y agrupaciones políticas de la oposición, quienes argumentan que son ilegítimos.

 

Luego, la crisis política en Haití se agudizó cuando la oposición, apoyándose en una interpretación del artículo 134-2 de la Constitución, expresó que el mandato de Moïse finalizó el 07 de febrero del 2021. Y a partir de ese momento, lo declaró ilegítimo. Mientras que el asesinado presidente y sus seguidores argumentaban que la Constitución establece que el mandato es por cinco años y que, por tanto, finaliza el 07 de febrero del 2022, ya que, él había asumido el poder en el 2017.

 

La lucha fue tan lejos que la oposición protestó en las calles, y además escogió a Joseph Mécène Jean-Louis como «presidente de transición».

 

Joseph Mécène es el juez de mayor antigüedad del Tribunal de Casación, la máxima instancia judicial del país. Sin embargo, se ha mantenido bajo perfil ante los hechos que ocurren en el vecino país.

 

En tanto que el último episodio que libró Moïse con la oposición fue en torno al proyecto de referéndum que presentó la presidencia con el objetivo de modificar la Constitución para cambiar el sistema político, así como eliminar el senado y el sistema de doble vuelta en la elección presidencial.

 

La oposición rechazó totalmente las pretensiones de Moïse, razón por la que tuvo que posponer en dos ocasiones la fecha para celebrar el referéndum.

 

En ese sentido, inicialmente, el referéndum estaba pautado para celebrarse el 25 de abril, luego fue cambiado para el 27 de junio y más tarde para el 26 de septiembre del presente año.

 

Por otro lado, Jovenel Moise, dos días antes de ser vilmente asesinado designó como primer ministro a Ariel Henry, mediante un acuerdo con líderes de la oposición para viabilizar la organización de las elecciones como parte de la recomendación de la Organización de los Estados Americanos (OEA), que a principio de junio envió una Misión de Buenos Oficios con el objetivo de buscar un consenso entre los diferentes sectores del vecino país.

 

No obstante, el primer ministro saliente, Claude Joseph, el cual es objetado por sectores de oposición, se aferró al poder y asumió las funciones ejecutivas de manera transitoria amparado en el artículo 149 de la Constitución. Y en ese sentido, declaró un estado de sitio, señalando que «la seguridad del país está bajo control», y al mismo tiempo pidió calma a la población.

 

Es oportuno indicar que la única solución para que en Haití se logre celebrar elecciones, luego del asesinato del presidente Moïse, es que la comunidad internacional presione a Claude Joseph para que abandone el poder, y asuma como primer ministro, Ariel Henry, quien fue escogido como parte de un acuerdo entre el gobierno y la oposición por mediación de la OEA.

 

Y también que se escoja por consenso un presidente en transición, para que, junto con Ariel Henry, organicen elecciones lo más justa, libre y transparente posible, a fin de devolverle a Haití ciertos niveles de estabilidad institucional, la cual se ha perdido prácticamente por la dificultad para organizar elecciones en los últimos años.

 

Cabe destacar que, además de la profunda crisis institucional en la que se encuentra el vecino país, hay otras que le afectan como son: crisis sanitaria, crisis de seguridad, crisis económica y crisis alimentaria.

 

Finalmente, de agudizarse la crisis política e institucional post Jovenel Moïse, en Haití tarde o temprano pudiera ocurrir lo impensable. Y al final no sólo el pueblo haitiano y los dominicanos nos veríamos afectados, sino todo el continente, por el éxodo migratorio y la inseguridad que se generaría en Haití.

 

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