Por Ramón Peralta
El hijo de la gobernadora llegó al confesionario con cara de loco confundido y el ojo derecho colorado de la angustia vivida en las últimas 4 horas.
-Padre usted sabe que me caso dentro de un mes con Santita, la niña que por mi culpa dejó su vocación de monja para comprometerse en matrimonio conmigo.
-Claro hijo, esa Santa es la muchacha más pura del pueblo.
Juan Pablo Guerrero C. de 23 años era hijo del hombre más serio de toda la región. El señor Guerrero, quien era seguidor del pequeño presidente que ganó con el slogan ´´ Él es la paz´´
El Padre Tobar era uno de las decenas de curas que por medio de las confesiones obtenía valiosas informaciones que ayudaban al gobierno en su lucha contra el comunismo.
La madre de Juan Pablo era la señora C, quien fue una de las 26 gobernadoras que habían sido nombrada en el año del sello la bestia por un presidente que 12 años más tarde salió del poder con el voto de castigo que le dio el pueblo en solidaridad con las miles de viudas y madres que no volverían a ver más a sus hijos.
Juan Pablo le narró al padre que la noche anterior estuvo a punto de fornicar con su novia. El padre se alarmó tanto que le dijo al joven que él solo lo casaría sí ella se confiesa voluntariamente y ambos se someten a dos semanas de severas expiaciones.
-Padre también cometí otro pecado peor. Murmuro el joven con voz apocada
-¡ Cuéntame hijo!
-Esta madrugada soñé que maté a Santita en la Luna de Miel porque no llegó virgen al matrimonio, desperté confundido con una ira diabólica y una voz que me dice ´´Mátala ahora pariguayo´´
El sacerdote le explicó que sí la joven llega al matrimonio de medio uso, que simplemente la devuelva a su casa y frente a todo el pueblo le pida que diga el nombre de quien la deshonró.
-Padre usted sabes que el matrimonio por la iglesia es para siempre. vengo aquí porque sé que ella le dirá la verdad a usted , sí ella no es virgen yo saberlo por vía suya y así no casarme con una mujer impura.
El cura reprendió al joven –Yo jamás divulgaría un secreto de confesión.
Juan Pablo sacó un fardo de billete con denominaciones tan alta que al sacerdote le temblaron las rodillas y se le iluminaron los ojos como dos faroles del estadio Quisqueya.
El padre Tobar bendijo al joven, le quitó la penitencia y le prometió que él recibirá la señal de su amada Santita sin necesidad de que él rompa su silencio.
El padre guardo aparte la generosa ofrenda del hijo de la gobernadora y destapó un selecto vino que solo tomaba cuando recibía grandes bendiciones económicas.
Cuando tragó el ultimo sorbo de la tercera copa escuchó en el otro lado del confesionario la voz de aquella potencial monja que Jesús había cedido al hijo de la gobernador. –En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo
El padre Tobar respondió con un acento catalán adornado por el toque sensual que daba el vino al paladar.
Dios nuestro Padre, que ha hecho brillar la luz de la fe en nuestros corazones, te conceda reconocer sinceramente tus pecados y su misericordia.
Después de leer un versículo de uno de los evangelio, el sacerdote la invitó a que revelara todos sus pecados, incluso hasta los que había omitido en anteriores confesiones .
El sacerdote la interrumpió cuando ella estaba hablando de travesuras y chisme con las amigas, y sin pelo en la lengua la invitó a que hablara de pecados asociados a los deseos de la carne.
La voz del sacerdote que parecía faltarle oxígeno revivió el intenso fuego reprimido de Santita
-Padre, mientras caminaba hacia la parroquia, Satanás invadió mi mente con pensamientos lujuriosos que humedecían aquella parte de mi cuerpo que una señorita no debe mencionar.
Dios me perdones por la imagen de ese cristiano que el pájaro malo ponía en mi mente, una mezcla de excitación y culpa siento al desear tanto a esa persona..
-Hija es común que a un mes de la boda piense con pasión cosas de tu prometido.
-Padre Tobar, lo malo es que esos pensamientos no son a nombre de mi novio. Yo nunca tuve vocación de monja, me refugiaba en la iglesia para reprimir mis prematuros deseos carnales, deseos que por primera vez voy a confesar.
A los 11 años yo me ofrecía para buscar agua con el fin de pasar cerca de la tierra de Juan el carretero, cuyo caballo cada mañana se daba golpe de pecho como si oliera a la distancia una yegua en calor. Ver ese espectáculo me producía una sensación desconocida que invitaba a tocarme el cuerpo.
Faltando una semana para cumplir los 14 años llegó al pueblo un nuevo sacerdote español, cuyas canas prematuras daban la sensación de que su cabeza estaba formada por nieves y algodón. Ese pelo blanco me excitó de tal manera al llegar a mi casa hice algo que no puedo decirle.
-Dime hija, por favor sigue la confesión, no pare. Murmuró con voz entrecortaba el sacerdote de cabeza blanca.
-Padre me da pena decir lo que hice a su nombre.
-Hija debe decirme todos para que busquemos tu absolución
– Esa mañana fue su primera misa dominical, su angelical voz despertaba todos los demonios de pasión que reposaban dentro de mi cuerpo y una voz interior me ordenó que recibiera la ostia de su santa mano.
El acercamiento para recibir el pan del señor fue tan cautivador que no pude evitar mover la cabeza hacia adelante cuando usted introducía la ostia en mi boca.
Ese movimiento de cabeza provocó que dos de sus dedos tocaran accidentalmente mis labios
A la salida de la misa quería llegar rápidamente a mi casa, no aguantaba el deseo de auto complacerme. Ese deseo de lo prohibido era tan provocador y peligroso que agarré con la mano derecha el rabo de mi gato Ibis.
Lo froté tan fuerte que el gato arañó mi muñeca y antebrazo derecho, con mi mano izquierda la agarré entre el cuello y la cabeza para que no me mordiera, mientras friccionaba con fuerza su rabo en la parte prohibida de mi cuerpo.
Satanás se apoderó de mi cuerpo y casi me desmayo al sentir viajes múltiples al paraíso. Al abrir mi mano izquierda, el gato cayó al suelo sin vida. Definitivamente yo era una zurda que había ocultado la fortaleza de mi mano equivocada.
Mi madre culpó al vecino de haberlo envenado y su amiga evangélica le dijo que vio al vecino comprando traspasito en la bodega de Guancho
Me sentí tan culpable que al otro día le dije a sol Juana que deseaba ser monja.
Un años después me di cuenta que la única solución para ahogar mis pensamientos pecaminosos a nombre de un enviado de Dios era casándome. Le dije a mi madre que no iba a ser monja y deseaba tener un prometido.
Mi madre que era cocinera en la casa del senador comenzó a llevarme a esa mansión de ricos para que no me casara de improviso con un pelagatos del barrio mientras ella trabajaba.
En una de esa visita conocí a la hoy gobernadora, quien andaba con sus dos gemelas de 6 años. La doña me propuso que fuera dos veces a la semana a darle catecismo a las niñas con mira a la primera comunión.
Aparte de las gemelas tenía un hermoso varón de 22 años, que estudiaba contabilidad y un mongólico de 19 años que no lo dejaban salir de la habitación, porque le gustaba enseñarles su parte a las amigas de su madre.
Con algunos consejos de mi madre no tardé ni dos semanas en enganchar a Juan Pablo. Me convertí en la envidia de todas las chicas del pueblo, pero a pesar de tener el novio más codiciado del municipio no dejaba de pensar con lujuria en ese mensajero de Dios con acento español.
El único hombre que me había besado era mi novio y era tan respetuoso que al abrazarme no bajaba las manos al lugar donde la espalda pierde su nombre y no se atrevía a tocarme el pecho, porque esa parte estaba reservada para el día de la boda.
-¿Hija hay algo más en tu vida? preguntó con ansia el padre Tobar
-No desesperéis padre, que aún falta mi pecado mayor. Una tarde que las niñas se durmieron mientras yo le leía la historia de Jesús, sentí curiosidad de conocer al hijo mongólico que la gobernadora ocultaba del público.
Desde la sala observé que la puerta de su habitación estaba semi abierta. Caminé hacia allá y mi futuro cuñado estaba parado frente a la portezuela como Dios lo trajo al mundo.
No pude evitar caminar hacia él, le toqué la cara, mientras le preguntaba su nombre. Su pequeña culebrita comenzó a endurecerse hasta convertirse en un robusto brazo de niño. Mi mano temblorosa se deslizó al pecho, bajo al abdomen hasta agarrar ese esa tercera pata que miraba hacia arriba de forma desafiante.
Con excitación apretaba el potente artefacto del loco, quien a los 49 segundos lanzó un grito que se escuchó a dos cuadra y al mismo tiempo mi mano izquierda sintió el líquido de caliente, cuyo desperdicio me tocó la falda y la zapatilla dominguera.
Salí despavorida de la habitación, las niñas despertaron y el el señor Guerrero que estaba afuera con un gallo, entró apresurado y preguntando qué había pasado.
Le dije que no sabía y luego salió con una sonrisa maliciosa de la habitación del mongólico. Les dijo a las niñas que su hermano gritó porque había tenido una pesadilla.
Yo seguía temblando y mi futuro suegro me abrazo de manera fraternal. Me sentí más tranquila al sentir ese suave perfume que me daba paz, ese olor tan diferente al hedor nauseabundo del loco sin bañar.
Cuando me soltó suavemente me sentí vacía y volví a refugiarme en los brazos protectores del padre de mi futuro esposo, en ese momento tan sublime me dijo al oído que estaba orgulloso de que su hijo eligiera una novia tan bella como yo.
Al llegar a la casa entre excitada a mi habitación con un vegetal verde de la familia cucurbitáceas, que terminó liquidando mi virginidad.
-¿ Ya no eres señorita?
-No, padre, la perdí ese día de manera accidental, mientras me auto complacía.
– ¿Aun el fuego de la carne te sigue castigando?
-Sí, padre y después que perdí mi virginidad más, Padre me caso en un mes y tengo miedo de la reacción de mi novio cuando descubra que no soy virgen, haría lo que sea para que ese día no me desvuelva deshonrada
Santita hizo una pausa y luego le imploró al padre por ayuda, pero el sacerdote respondió con otra pregunta. -¿Tiene deseo en esto momento, Satanás esta en este momento dominando tu cuerpo?
-Si, si, padre.
El cura no pudo detener a Lucifer cuando desataba sus más bajas pasiones y en medio del confesionario el cuerpo de la joven de 16 años fue invadido por ese fuego perturbador que salía de lo más profundo del alma hipócrita de ese mensajero celestial.
Fue un momento de intenso placer carente de amor, fue el más rico desacato mutuo
En medio del placer el cura gritaba con voz entrecortada – Demos gracias al señor porque es bueno.
Ella suspiraba sin hablar y cuando le llegó su máximo esplendor gritó –Porque es eterna tu misericordia
Eso provoco que el sacerdote llegara a su máxima culminación erótica con una frase divina – El señor te ha perdonado tu pecado.
En silencio se desapartaron y ella ante de irse lo miró de forma interrogativa y él la despidió con la frase – Vete en paz.
24 horas antes de la boda los novios fueron al confesionario.
Juan Pablo le dijo al sacerdote que necesitaba en ese momento aclarar las dudas de si Santita era en verdad una santa o era mujer de segunda mano.
El sacerdote guardo silencio.
Juan pablo sacó un fardo de billete mayor que el del mes anterior y le dijo al padre Tobar. – Esta ofrenda es para que siga haciendo la obra.
El padre le dijo con voz amorosa. – Hijo no debe temer, tu novia es una santa y sí le encuentra la marquesina libre con capacidad para un autobús no fue porque la tocó algún hombre, eso fue un accidente que le ocurrió pensando en ti.
Juan Pablo salió del confesionario feliz y dándole gracias a Dios por ponerle en el camino a una chica incapaz de tocar a otro hombre.
Santita solo duró 11 segundo en el confesionario. Le dijo al sacerdote – Padre tengo 4 semana de embarazo y no es de mi novio.
Esa noche el padre Tobar no durmió pensando en lo que pudiera pasar sí Santita con un esposo mulato pariera dentro de 8 meses un bebe blanco.
El cura no temía a la reacción del ingenuo Juan Pablo, le preocupaba lo que pudiera pensar su amigo el suegro de Santita, quien no tenía un pelo de pendejo. El señor Guerrero era considerado el hombre más serio y bondadoso del pueblo. Los habitantes de ese poblado no imaginaban que tenía un pasado de chivato al servicio del SIM.
En la era de Trujillo, el joven padre Tobar le suministraba a su amigo Guerrero datos obtenidos en el confesionario de parte de ciudadanos que confiaban en él y gracias a esas informaciones muchos opositores terminaban en la cárcel de la 40 o lanzado al mar con blocks amarado en los pies.
Santita y Juan Pablo llegaron puntuales a iglesia, el padre Tobar, quien era el encargado de oficial la boda, explicaba con voz insegura las nuevas responsabilidades a los novios.
Santita con una sonrisa maliciosa notaba el temor que se reflejaba en la mirada del padre Tobar, ella le había dicho lo del embarazo para fastidiarle la vida. Sentía odio por ese farsante que esa noche la casaba en representación de Dios.
Ella llegó a la boda consciente de que no estaba embarazada del cura hipócrita, pero no sabía sí la barriga era del loco que tenía como cuñado o de su suegro, porque no le contó al sacerdote la historia completa del día que perdió su virginidad.