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La novia del envidioso

Por Ramón Peralta

Cuando el envidioso vio la cámara de seguridad de la tienda supo que había llegado el gran momento de vengarse de  Angelita, la mujer con sonrisa maliciosa y cuerpo rompe hogar que por años lo había despreciado y con una sonrisa de absoluta satisfacción su mente retrocedió al pasado.

En un pequeño vecindario en Los Mina, el envidioso vivía obsesionado con Angelita, una mujer que alguna vez le rompió el corazón. La historia se remonta al 11 de noviembre de 2011, cuando Angelita, una joven de 15 años, se mudó a la calle del Punto.

El envidioso, mayor que ella por cinco años, quedó cautivado por la sonrisa y el cuerpo celestial de la adolescente. Su primera interacción fue cuando ella le pidió prestado un taladro, y a pesar de no tenerlo, se esforzó por complacerla. Compró un taladro con dinero ajeno, marcando el inicio de una amistad unilateral.

A lo largo de los años, el envidioso se convirtió en el amigo que siempre la complacía. Le compraba chocolates, golosinas, libros, y en fechas especiales, incluso perfume. Sin embargo, Angelita siempre fue clara en que solo lo veía como amigo. La noticia del matrimonio repentino con Andrés, un joven de 20 años, sumió al envidioso en una profunda depresión.

El envidioso nunca aceptó el matrimonio de Angelita y Andrés, porque en su mente Angelita era su novia por siempre

Cuando Andrés empezó a viajar por trabajo, el envidioso vio la oportunidad de retomar su amistad con Angelita. Sin embargo, sus intenciones eran oscuras; buscaba vengarse de la joven que no lo eligió como esposo. Rumores sobre encuentros furtivos entre Angelita y Marchena, el dueño del colmado de la esquina negra , alimentaron la obsesión del envidioso.

En uno de los viajes de Andrés, el envidioso se presentó en la casa de Angelita. Con dos copas y una botella de vino, le hizo una propuesta indecente. Con las palabras más vulgares le pidió  que haga el amor con él, la contundente repuesta de Angelita lo dejó desconcertado y a pesar de la rabia y el deseo de golpearla por ese desprecio tan categórico, se limitó a sonreír y decir adiós.

Cinco años después, las cámaras de seguridad de la  tienda por departamentos revelan la vida de Angelita. El envidioso, ahora jefe de seguridad, observa con regocijo cómo ella se va con Filomeno, dueño de un punto de drogas. La venganza está en marcha,  la realidad de la vida de Angelita la hace vulnerable.

El envidioso sentía una mezcla de rabia y satisfacción al ver en la cámara cómo el amor de su vida se iba con aquel paria a una escuela erótica a  intercambiar sudores  durante 4 horas en un aula que sería testigo de las más bajas pasiones y engaño entre una magdalena y un vendedor de vicios . Le molestaba que ella prefiriera a Filomeno, pero también le alegraba tener pruebas que pudieran dañarle la reputación a una mujer que tanto lo despreció.

Filomeno operaba un punto que vendía sustancias prohibidas, lo cual no le dejaba muchos ingresos, ya que debía pagar un alto peaje a la gente de las cuatro letras y jugosas comisiones a las fuerzas del orden público. Sus dientes postizos, con piezas de baja calidad y deformes, eran recuerdo de algunas palizas que le dieron en distintos destacamentos en los tiempos en que él quería trabajar sin pagar tributos.

Filomeno, un hombre de 38 años, era más cauteloso en su negocio, ya que después de alcanzar la mayoría de edad, estuvo más veces detrás de una celda que en las calles. Las cosas no estaban muy bien; apenas tenía 5 meses que había salido de prisión luego de dos años tras las rejas, donde gastó una fortuna para sobrevivir dentro de la cárcel.

El día que pasó a buscar a la señora Angelita por la tienda, solo tenía para pagar una estancia de dos horas en una cabaña económica. Sin embargo, por equivocación, ingresó a una cabaña  ejecutiva donde debía pagar 4 horas y no tenía suficiente dinero para hacerlo. Afortunadamente, ella andaba con dinero y pagó el alojamiento.

Después de casi 5 horas, Filomeno dejó a Angelita en el parqueo de la tienda y se marchó rápidamente para atender el punto. Angelita, que no tenía la cara muy agradable, se dirigió a su vehículo, pero fue interceptada por dos empleados de seguridad de la tienda que le dijeron que debía pagar novecientos  pesos por el parqueo.

Ella enfureció y amenazó con demandar a la tienda por el secuestro de su vehículo, pero terminó pagando la cantidad que le exigió el centro comercial. Cuando ya se iba, se devolvió con su cámara e inició una grabación de la cajera denunciando con voz altisonante el atropello. Mientras ella gritaba y grababa, ignoraba que el envidioso era jefe de seguridad de la tienda y la observaba desde el cuarto de las cámaras.

Cuando el envidioso vio que ella subió el video a las redes, se dio cuenta de que ese arrebato de ira de su novia imaginaria  reflejaba que ella había pagado el alojamiento y que Filomeno fue una decepción en la cama.

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