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Yo maté a mi padre

Por Ramón Peralta

Olinda no podía disimular su cara de satisfacción viendo como su padre moría lentamente, mientras ella sostenía el pene del hombre que le había desgraciado su vida.

La mujer le puso candado a la puerta por fuera y se dirigió lentamente al Destacamento para entregarse por el asesinato de su padre, pero en el camino reflexionó y entendió prudente que debía esperar un rato más antes de poner la denuncia, porque podían encontrarlo con vida, ya que cuando ella salió aún respiraba.

Para matar el tiempo entró a un bar,  pidió una cerveza vestida de novia y brindó en solitario por la hazaña de quitarle la vida a su propio padre, pero en menos de 5 minutos comenzó a llorar desconsoladamente por lo que había sido su vida. Olinda no recordaba un solo momento de felicidad.

En su niñez era golpeada por su madre, quien la trataba como si fuera una recogida, su padre estaba casado con otra mujer y ni siquiera le daba  a su madre para una botella de leche.

Cuando ella cumplió los 15 años, la mujer de su  padre lo botó de la casa  y hasta una horrible  calumnia  levantó  en su contra esa mala mujer que le había quitado el marido a su madre.

Mi padre se instaló en mi casa, mi madre supuestamente no quería su presencia, pero terminó aceptándolo. Por una razón que no entendía, ellos dormían en habitaciones separadas.

En esos días descubrí en mi padre a un hombre cariñoso, que me daba muchos besos y abrazos.

Una funesta tarde sentí como perdía de manera brutal mi virginidad, ese doloroso momento me llegó con una mezcla de miedo que me impedía delatar a mi violador.

En los meses siguientes sentí mareos, crecimiento anormal de mi vientre y una madrugada llegué con dolores de parto a la maternidad de Los Mina.

Nunca me había realizado una prueba de embarazo, ni siquiera había ido a consulta y estaba a punto de dar a luz un niño o niña fruto de la peor experiencia de mi vida.

Los médicos no me querían atender, porque no tenía prueba de VIH y mucho menos historial médico, pero desde que dije que estaba embarazada de un haitiano me atendieron como una reyna.

Ningún médico quería perder la visa o verse acosado por la sociedad civil y las ONGs que defienden a los emigrantes ilegales.

Fui la mujer más infeliz de la tierra cuando supe que mi criatura era una hembra que llegaba a un mundo donde las mujeres solo sabían sufrir y darles votos a los políticos que hacen campaña con la desgracia femenina.

La madre de Olinda llegó a la maternidad, tomó en su brazos a la recién nacida  en lo que recién parida se ponía ropa a espera del médico que le daría de alta.

-Mamá trata de ver si el médico llegó para que me firme la salida. La madre intentó dejarle la nieta a su hija y Olinda  le dijo –Ve con ella a buscar al médico que voy al baño.

Cuando doña Chabela salió de la habitación con la recién nacida, Olinda tomó el bolso de su madre y desapareció por 16 años.

En esa pausa, Olinda  se sirvió en el vaso de plástico  el último líquido que quedaba de la botella cuando fue interrumpida por la voz de un  hombre con brazos definidos, barriga cero colesterol y aproximadamente 10 años menor que ella.

-Distinguida dama me permite acompañarla  y brindarle par de cerveza.

-Claro que si mi querido.

En ese momento se olvidó del crimen que había cometido y la idea de entregarse por el asesinato de su padre quedó descartada con la presencia del amor a primera vista.

Para Olinda fue la noche más apasionada de su vida, Ismael sintió que había llegado al olimpo en brazos de la mujer más amorosa  que había conocido, sus gemidos parecían poemas eróticos de Neruda.

Sus besos entonaban con aquel beso descrito por  Saramago, o el primer beso de Amado Nervo, sus caricias deleitaban el alma de Ismael, como si  ella usara la mano de afrodita.

En el momento que Olinda llegaba al tercer cielo fue interrumpida por los toques violentos en la puerta, que eran acompañados por voces tenebrosas que gritaban – ABRAN QUE ES LA POLICIA.

En la medida de coerción le dieron prisión preventiva en la cárcel de Najayo y llegó al recinto carcelario con el dolor de no saber el nombre  de ese hombre que la noche anterior le dio el momento más feliz de su vida.

En su celda se enteró que su padre se había salvado y que le había logrado recomponer de manera exitosa su miembro viril  y con gran dolor levantó su vista al cielo y le preguntó al señor  -¿Por qué ha sido tan cruel conmigo?

En su lamento al altísimo recordó que   su hija nació por la violación de su padre y que ese dolor la había perseguido durante toda la vida, que abandonó a su hija recién nacida, porque no tenía el valor de enfrentarse a la realidad de criar una hija que al mismo tiempo era su hermana..

Durante dos años deambuló por distintos países de Centro y Sur América, hasta establecerse en Chile, donde los últimos 10 años trabajó arduamente en una casa de familia.

Meses antes de regresar al país contactó a su madre por Facebook y le pagó con creces lo que había  robado el día que nació su niña y además le  pidió a su madre que le mandara los ahorros de los últimos 10 años.

Pasaron los meses y nadie visitó a Olinda durante la prisión preventiva, en el juicio le  cantaron 20 años de prisión por la manera en que planificó  la fallida  muerte de su padre.

Una noche de octubre  una reclusa que estaba condenada a 30 años  por doble  homicidio, le dio seis puñaladas a Olinda sin mediar palabras.

En medio de su gravedad pidió ver a su madre, quien tardó dos días en ablandar el corazón y visitar a su hija. Olinda trató de justificar con la violación el intento de asesinato de su propio padre, la madre reprochó  que aún guardara rencor por algo que sucedió hace 17 años.

-Olinda, yo tenía más motivos que tú para odiar a  Catalino, él me violó a mí también, tú fuiste hija de una violación sexual, yo soy hermana de tu padre, soy madre y tía tuya.

Olinda perdió el conocimiento al escuchar la confesión de su madre, el dolor se le intensificó aún más, ahora más que nunca le dolía no haber terminado de liquidar al monstro de su padre.

A la semana estaba fuera de peligro y  un guardia le hizo el favor de localizarle por segunda vez a la madre.

Juana se sorprendió de ver a su hija más recuperada y sin pensarlo la saludó con  una frase hiriente  -Yo creía que a esta hora iba a estar enterrada, yerba mala no muere, espero que no me haya mandado a buscar para  hablarme mal de Catalino.

-No madre, te llamé para dos cosas, una para que le de mi dinero que me tiene gualdado a mi hija y que le diga por favor que venga a verme que deseo pedirle perdón antes de irme de este mundo.

Por primera vez en su vida Juana sintió compasión por Olinda y le prometió cumplirle esa petición.

Con un modesto soborno dejaron pasar a la menor Margarita,  para la última y única vez que hablaría con su madre Olinda.

Olinda le pidió perdón y le dijo que le dejaba el ahorro de toda su vida para ella y sus dos hijos, además le ordenó que se aleje para siempre de su abuelo y le contó que ella nació por una violación  del abuelo a su única hija.

Margarita  la miró con odio y en tono  enérgico le gritó –Tú no eres mi madre, eres una extraña que me abandonó el día que yo nací y ese dinero que me diste ya se lo entregué a mi abuelo.

Él y yo nos iremos lejos, te perdono que me haya abandonado, pero nunca te voy a perdonar que haya querido matarlo. Ese es el único hombre que amo en mi vida, si como tú dices soy hija de él, entonces lo quiero triple, porque es mi abuelo, mi padre y mi marido.

Por si tu no sabe ya no soy una ni;a tengo un par de gemelos y ese hombre es el padre de mis hijos, ellos no tienen que saber que también es su abuelo y bisabuelo a la vez.

En la noche Olinda yacía en la morgue, se suicidó con una navaja que le prestó una compasiva compañera de prisión.

El 24 de diciembre, Calalino retiró del banco el dinero que Olinda le había dejado a su nieta. Tomó  un taxi en compañía de Lucerito, la mejor amiga de Margarita, para irse de resort  con su nuevo amor, pero en el camino un hombre con sombrero, gafa y una  mascarilla del Covid  más grande de lo usual, le dio una estocada  mortal en la garganta y de paso se llevó todo el dinero que  cargaba el violador de menores.

En el cementerio siete oradores hablaron de las virtudes del muerto. En la celebración del novenario llegaron cientos de sanjuaneros a rendirle honor a ese gran hombre

Ismael, el mismo hombre que le dio la única noche de felicidad a Olinda, pedía justicia por la muerte de aquel hombre de pelo en el pecho.

La tarde del décimo día de la muerte de Catalino, el joven Ismael interrumpió al padre Tovar, que estaba jugando dominio con los tecatos y roba celular  del barrio.

-Padre necesito hablar con usted en el confesionario.

El padre se encerró en el confesionario y cuando iba a decir las palabras de inicio,    Ismael le dijo –Yo siempre he sabido quién es mi padre, pero eso no es el motivo de yo venir aquí.

-¿Qué te trae por aquí hijo?

– Hace diez días yo maté a mi padre.

 

 

 

 

 

 

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