Mi voto es por Luis Abinader
Por Ramón Peralta
Juan llegó a su hogar cansado de hacer oposición y decepcionado por los comentarios políticos de un pueblo confundido por el bombardeo mediático de los medios de comunicación, que por una jugosa fortuna se habían puesto al servicio de la persona que más había endeudado la nación.
Esa noche no podía dormir pensando en una propuesta que no podía rechazar. A sus 62 años, no tenía el vigor ni el dinero para satisfacer a una esposa 25 años más joven que él, quien estaba deslumbrada por las ropas de marcas que usaba su vecina, amante de un funcionario semianalfabeto del gobierno.
En la madrugada, soñó con muchas hojas verdes y se levantó con la esperanza renovada de que el líder volvería al poder. Salió a las calles con el ánimo en alto y dispuesto a comunicarle a su amigo que rechazaba la oferta de pasarse al partido de gobierno.
Tomó el metro y durante el camino, una fanática religiosa le comentó lo maravilloso que era viajar en metro, un transporte con aire acondicionado bueno y barato. Juan le dijo: «Debemos agradecer a quien hizo esta obra», y la religiosa se paró y con voz estruendosa pidió la atención del público. Predicó un mensaje de agradecimiento a Dios por ese medio de transporte llamado Metro y fustigó severamente al presidente corrupto que hizo la obra por haberla sobrevaluado. Además, en su discurso, agradeció al presidente Abinader porque añadirá otra línea de metro.
La mayoría de los pasajeros estuvieron de acuerdo con la religiosa y Juan bajó del tren con el ánimo por los suelos.
Por la tarde, regresó en un carro público por los túneles y elevados de la avenida 27 de febrero, y el chofer comentó que gracias a esa obra recorría el trayecto desde la avenida Luperón con 27 de febrero hasta el Puente Juan Bosch en 15 minutos, y que sin esa obra, se tomaría casi tres horas debido a los embotellamientos del tráfico. Juan comentó: «Eso debemos agradecerlo al líder», y un estudiante universitario respondió: «Yo no tengo que agradecerle a un corrupto que sobrevaluó esa obra».
Por la noche, la esposa de Juan le pidió dinero para irse a un resort con un grupo de amigas que van a celebrarle el cumpleaños a la comadre en Punta Cana.
Agobiado por las deudas y la impotencia de no poder complacer los caprichos de su esposa, pensó en una solución drástica, pero no tenía el valor para ir al cielo voluntariamente.
A las dos de la madrugada logró conciliar el sueño, pero media hora más tarde despertó eufórico porque había soñado que el líder ganó de manera apabullante el debate y eso provocó un repunte en las encuestas.
Esa mañana recordó que ese día se iba a producir el debate presidencial. Se aseguró de comprar una recarga de internet para ver el debate en el celular, en caso de que la energía eléctrica se interrumpiera.
El debate comenzó de manera monótona y cuando llegó el tema de educación, el líder propuso el sistema STEM (por sus siglas en inglés), que es el acrónimo de los términos en inglés Science, Technology, Engineering and Mathematics. Sin embargo, el presidente Abinader le recriminó que en su gobierno el líder no aprobó el 4%. Los conocedores de su obra esperaban que el líder respondiera diciendo que en su gobierno se implementó el desayuno escolar, los libros de texto gratuitos, los uniformes escolares, los calzados y un incentivo a los padres para que mandaran a sus hijos a la escuela. También esperaban que en otra réplica mencionara que el líder transformó la vida de miles de jóvenes con el ITLA, que otros miles fueron beneficiados con el inglés por inmersión y que Leonel trajo de nuevo al país el programa de becas gubernamentales para estudiantes meritorios en las diferentes universidades dominicanas y del extranjero. Sin embargo, en lugar de usar esos argumentos tangibles y comprobables, el líder se quedó divagando y teorizando como si estuviera en un diálogo de ángeles y no en un debate político.
Esa noche, Juan se fue a la cama devastado. Amaneció en vela, sin poder dormir, reflexionando y preguntándose por qué el líder no atacó la política de endeudamiento irresponsable del presidente en los temas económicos y no informó a los jóvenes que estaban viendo su debate que en cada uno de sus gobiernos se creaban más puestos de trabajo anuales, que todos los años la República Dominicana era el país líder en crecimiento económico de América Latina, con la menor inflación y el país que menos se endeudaba.
A las 6 de la mañana, Juan se acordó de que debía alistarse para ir a trabajar y en los siguientes diez días no pudo dejar de pensar por qué el líder en el debate no terminó de manera espectacular recordando que es el presidente que más obra ha realizado en el país. Con los 40 millones que ha tomado prestados el presidente Abinader, él hubiera construido un tren desde Punta Cana hasta Puerto Plata pasando por Santo Domingo, 20 universidades tecnológicas y hubiera convertido este país en un estado tan moderno como Corea del Sur o Singapur, incluso en la ultima encuesta de la Gallup fue entrevistado y en un arranque de rabia dijo que votaria por Abinader.
Con la llegada del mes de mayo, Juan se olvidó del fallido debate y comenzó a sentir un aliento de esperanza con las grandes concentraciones del líder en los pueblos del interior. En las calles, comenzaba a escuchar críticas en contra del gobierno.
El martes 14 de mayo, se encontró con un ex compañero que ahora milita en el partido oficialista. El antiguo seguidor del líder le confesó que está trabajando en el gobierno de Abinader y que en todos los escenarios defenderá esa gestión, y cuando Juan quiso argumentarle sobre el endeudamiento y la situación del país, su amigo rico le respondió: «Querido Juan, todo lo que tú dices es verdad, pero no vale la pena luchar por un pueblo que te desprecia si lo quieres defender. Además, no sirve que tú luches por una oposición que le está haciendo el juego al gobierno. ¿Tú crees que si hubiera querido ganar, pondría a ese sujeto candidato a alcalde de Santo Domingo Este? Y para colmo, hace un programa con ese individuo como si fueran dos iguales». Hermano no te preocupe por los motoristas que hasta ellos mismo saben que son una plaga.
Al escuchar los argumentos de su amigo, Juan comprendió que su amigo tenía razón y que no valía la pena seguir nadando contra la corriente. Su ex compañero, al ver que casi lo tenía convencido, le hizo una propuesta mejor que la anterior que había recibido Juan. Esa, en verdad, era una propuesta que no se podía rechazar.
Esa noche, Juan le comentó a su esposa: «A partir de hoy, viviremos mejor. Mi voto va por Luis Abinader». La mujer, con cara de enojo, respondió: «¿Y desde cuándo tú eres del PRM? No creo que votes por Abinader». Juan, con gesto decidido, le manifestó: «Nunca en mi vida había estado tan seguro de por quién voy a votar como lo estoy hoy».
El miércoles 15 de mayo, pasó cerca de su casa una caravana del líder. Su emoción fue desbordante al ver la multitud que seguía al principal candidato de oposición, pero ya estaba decidido a votar por Abinader.
El domingo 19 de mayo, se levantó temprano. Sentía un peso enorme en el corazón, pues por primera vez iba a votar en contra del líder, pero ya estaba decidido a elegirla cara de Abinader. Llegó al centro de votación y, cuando le estaban entregando la boleta electoral, la tomó con las manos temblorosas y se dirigió a la caseta de votación con pasos lentos. Una voz interior le preguntó: «¿Qué harás cuando estés con el marcador en la mano derecha y veas la cara del líder?» No quiso responderse a sí mismo, pues estaba seguro de que cuando viera la cara del líder, cualquier cosa podría pasar y ese voto seguro por Abinader podría convertirse en una L, pero no de color Licey