Mi hija es mi negocio
Por Ramón Peralta
Julio Almonte se encontraba sentado en su celda, meditando sobre cómo poner fin de una vez por todas al sufrimiento y entregarse al sueño eterno. Su vida había sido arruinada por la discapacidad mental de su diminuto cerebro.
En medio de su angustia, recuerda que hace apenas unos meses su nombre dominaba el escenario deportivo internacional. Con apenas dos décadas de vida, muchos predecían que sería un futuro miembro del Salón de la Fama. Sin embargo, ahora se encuentra en una celda, con el deseo de quitarse la vida.
Julio Almonte, el más valioso de la pasada serie mundial, fue fichado para jugar en las Grandes Ligas, con uno de los bonos más altos de la historia. Inmediatamente demostró que valía cada dólar de su contrato. Su desempeño como jugador mostraba la capacidad de romper todos los récords ofensivos de los peloteros latinos en las Grandes Ligas. Sin embargo, cayó en la trampa de la arrogancia juvenil, creyendo que era más inteligente que el resto de los mortales.
La desgracia de Julio comenzó cuando una ejecutiva financiera se endeudó, debido a su romance con un elegante cajero de otra institución mutualista. La ejecutiva invirtió en costosos regalos para mantener feliz a su joven amante, sin saber que ese cajero tenía una relación secreta con su hija y estaba celoso, porque la muchacha salía discretamente con el famoso pelotero Julio Almonte.
La hija de la ejecutiva, apodada Uvita, tiene 17 años y es conocida por su belleza y coquetería. Los hombres la ven con deseo, como si fuera una uva dulce y tierna.
Cada vez que el cajero se enteraba de que Uvita salía con el pelotero, se incomodaba y le pedía dinero a la madre de su joven amor. Hasta que un día, la ejecutiva bancaria le dijo: «Mi amor, no tengo dinero, estoy llena de deudas». El cajero le respondió: «Tú tienes deudas porque quieres. Tu yerno, el pelotero millonario, está saliendo con tu hija menor de edad y tú no haces nada al respecto».
La ejecutiva bancaria no quería perder a su joven amante y al enterarse de la noticia de que su hija tenía relaciones amorosas con un joven pelotero, decidió que era momento de conseguir un dinero extra.
Se acordó que el año pasado le había sacado una barriga a su hija de Popeye, un empleado del punto de sustancias prohibidas y que para sacar del mapa al pequeño traficante se había valido de Anselmo, un abogado hijo de la fiscal, a quien le pagó en especias con la carne de su hija.
En esta ocasión necesitaba de los servicios de Anselmo, para despojar al pelotero de unos dólares
Ese abogado que aún estaba enamorado de Uvita, aceptó gustoso extorsionar al jugador de béisbol que le había comprado el corazón de su amada Uvita.
El abogado, la madre y el cajero hablaron con Uvita, la entrenaron para que exagerara el tiempo de amores; ella le admitió a su madre que había seducido al pelotero diciéndole que tenía 20 años, incluso confesó que Julio Almonte era un joven muy tímido y con menos experiencia sexual que ella.
El abogado aconsejó que la menor se limitara al silencio y que si le tocaba un día declarar que hiciera un voto de inocencia.
Luego, inició la persecución contra el pelotero que terminó en un acuerdo millonario con la ejecutiva, quien inmediatamente le regaló un carro marca sonata del 2019 al cajero.
Cuando ya Julio creía que había superado la pesadilla que estuvo a punto de arruinarle su carrera de Grandes Ligas, fue traicionado por sus abogados, quienes se acercaron al padre de la Uvita para que hiciera una demanda contra el pelotero que había ultrajado sexualmente a su hija menor.
El padre de la Uvita llevaba una doble vida y aparte de tener su familia formal, tenía mudado en un apartamento a un joven teniente del ejército, quien con su apariencia varonil escondía una debilidad por los hombres.
Esa aventura amorosa que vivía José Ramón con el uniformado, le había salido muy costosa y cuando los abogados le plantearon la manera de sacarle dinero al pelotero, no dudó en aceptar la extorsión en contra de éste.
La intervención del padre sacó a la luz pública el escándalo, Julio no quería una nueva extorsión, la noticia dio la vuelta al mundo, el país se olvidó que en los primeros tres días del año dos hombres habían asesinado a sus parejas, ni siquiera las sociedad le dio la importancia a que se había roto récord de endeudamiento.
El espectáculo del pelotero preso fue tan dominante que el pueblo ni cuentas se dio en qué se esfumaron los 38 mil millones de dólares que se cogieron prestados. Ni siquiera la fiscal del caso sabe que con ese dinero se podía llenar la carretera completa de papeletas en dólares, de Punta Cana a Puerto Plata, y sobraría dinero para comprarles pasajes aéreos a 50 mil personas hasta Florida y comprarles la entrada a cada uno para que vean un juego de béisbol en un Estadio de Grandes Ligas.
A las tres de la tarde, Julio apareció ahorcado en su celda, el joven que había sido el mejor bateador en la serie mundial no soportó la presión mediática de su país.
El padre de la Uvita lamentó su muerte, pero no se arrepintió de sus acciones y con voz temblorosa declaró a la prensa:
- Estoy en paz con Dios y no tengo la culpa de que ese joven tuviera un tatuaje en el cerebro que le impidiera pensar, hice lo correcto, porque en definitiva mientras mi hija sea menor, será mi empresa y mi negocio.